lunes, 8 de noviembre de 2010

La Batalla de los Cuatro Elementos

En el centro del salón se disputaba la guerra. Las miradas se lanzaban como flechas que penetraban, sangraban, se retorcían y volvían a soltarse.
En el arenal los caminos circulares se cortaban.
No había vuelta atrás.
Al Sur la Tierra se derrumbaba en un ejército de hormigas que escuchaban atentas, eufóricas la voz de La Reina:
_ Mis leales trabajadoras, cual si fueran peones de esta partida de ajedrez donde mi vida corre peligro salgan a defender su imperio. Demuestren de qué está hecho este caligrama. ¡Peleen por el honor!
Al Norte El Agua amenazaba en su torrente. Centenares de caracoles iban y venían a paso redoblado y la Dama del Agua a través de un mensaje escrito en el fondo del mar les decía:
_ ¡Así como la vida fue escrita con una gota de mi ser demostraré que puedo borrarla! ¡Nada serán sin mi presencia! Caracolas: ¡regocíjense, la gloria y el poder está con ustedes!
Al Este el viento aguardaba paciente. Su ejército de ángeles revoloteaba esperando el momento de atacar.
Entonces el Señor de los Vientos gritó:
_ ¡Tranquilos mis pequeños! ¡Son nuestras las palabras que resoplarán por siempre en sus oídos! ¡El aire de su último aliento es nuestro ya lo escucho venir!
Al Oeste el Sol se escondía. Las llamas ardían quemándolo todo. Los Ángeles de la Pasión se deshacían en una sola ceniza y la Llama Maleva exclamó:
_ ¡He aquí la guerra! ¡Basta de palabras, que gane el mejor!
Como en toda guerra ganó el delirio.
El saldo, la muerte.
De la noche en que los cuatro elementos se disputaron a duelo sólo quedó una imagen plasmada en la memoria de los testigos accidentales que acudieron al campo de batalla: al Sur, LA TIERRA, al Norte EL AGUA, al Este EL VIENTO, al Oeste EL FUEGO las palabras que fueron detonadas, los misiles que se esparcieron en vocales, las municiones que destruyeron el pensamiento y en el centro del ruedo un niño desnudo. La VIDA.


Leti

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