lunes, 11 de octubre de 2010

Despreciables nervios

Hoy les escribo, porque ya era hora de que lo haga. Me tienen cansado y no me importa que se ofendan. En realidad, espero que se sientan mal. Lo que tengo es odio, bronca, desazón. Los detesto con toda el alma, pues ustedes me marchitan. Los detesto porque son capaces de aparecer sin razón y lograr el congelamiento de mi cuerpo. Los detesto porque no existe nada que pueda hacer para luchar contra ustedes. Su recuerdo se hace eco en mi memoria y lo que prosigue es la impotencia. Nervios, tensión, entumecimiento. Una historia sin principio y mucho menos un final. Es la historia del sometimiento a un ello apoderado de mi voluntad, dueño de la acción e inhabilitador del pensamiento. Pues ni siquiera me dejan pensar. Sólo me queda esperar que el tiempo pase y seguir esperando. Se trata, sin lugar a dudas, de una lucha desigual. Enfrentarse a los nervios implica inevitablemente una tarea quijotezca, la rendición ante un enemigo invisible, la resignación ante una batalla perdida con anterioridad. Quisiera, detestables nervios, ofrecerles una tregua, una conciliación, un repliegue de las hostilidades con la condición de que sea definitiva. Pero no me engaño. El martirio recién empiza y me queda una vida para entregar, malditas majestades de mi tiempo. 

Nico

No hay comentarios:

Publicar un comentario